viernes, 19 de octubre de 2018

Respirando misión


Testimonio de Laura sobre su experiencia en el encuentro Combojoven que tuvimos el pasado 13-14 de octubre.
Escribo esto desde el metro, nada más terminar el encuentro que ha tenido lugar este fin de semana en casa de las combonianas de Madrid; para que todo lo que he sentido siga fresco y no se me olvide. A los combonianos los conocí la Semana Santa del año pasado, y, sinceramente, no sabía qué esperar del grupo al que iba un poco a lo loco; pero sin esperarlos ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. Cada encuentro es único, y te hace sentir tantas cosas que son incapaces de describir en una sola entrada, y este no ha sido diferente.
Foto de familia
Lo más impactante según llegas es la forma en la que te reciben, aunque ya hayas ido más veces siempre hay gente nueva, y diferente, y, otra vez, fue igual en esta ocasión. Llegamos el viernes por la noche, y, aunque mi hermana y yo éramos una de las cuatro que estábamos en la casa, no nos importó, teníamos tantas ganas de empezar que daba igual el si había 100 o 4 personas.

A la mañana siguiente, sin embargo, empezó a venir el resto de jóvenes con los que íbamos a compartir esos dos días. A algunos de ellos ya los conocía, y como hacía mucho que no los veía ya surgió el primer sentimiento: alegría. El siguiente ocurrió cuando la gente nueva se presentó y, de repente, estábamos todos juntos sin importar cuántos años tuvieses ni de hacía cuánto te conocías, eras parte del grupo. Después del desayuno tuvimos la oración de la mañana, un momento para pararte a pensar en lo que viene, y empezar a prepararte para recibir todas esas sensaciones que ibas a sentir a lo largo del día, porque para eso hay que prepararse, no os quepa duda. 
"Estábamos todos juntos sin importar cuántos años tuvieses ni de hacía cuánto te conocías"
 Nos fuimos a la sala en la que estaríamos todo el encuentro hablando y reflexionando, y el primer texto que leímos hablaba sobre el contexto histórico de Cristo, la situación económica, social y cultural que vivía en aquel momento su país. Y diréis ¿Qué clase de encuentro cristiano se pone a leer sobre historia? Claramente, a todos nos chocó al principio, pero terminó siendo una manera de darnos cuenta de lo cerca que estaban ambas sociedades, de que no somos tan diferentes ni hemos cambiado tanto. Esos momentos, los de compartir entre todos lo que sentimos, es uno de los más especiales. Solemos leer el texto cada uno por separado, pero luego, en corro, compartimos frases que nos han tocado de una manera especial, sentimientos que nos han surgido al leerlo o los pensamientos más profundos de cada uno. Cuando terminamos de leer el texto fue la oportunidad perfecta para, poco a poco, irnos conociendo la parte más íntima de cada una ¡Normal sentirse parte de algo si eres capaz de compartir algo así!
"¿Qué clase de encuentro cristiano se pone a leer sobre historia?"
Al terminar de comer vino Lwanga Kakule, hermano Comboniano natural del Congo, para contarnos su experiencia. Esta actividad es una de mis preferidas, poder ver cómo alguien que viene de países tan difíciles es capaz de dejar todo por ayudar a otros. Los testimonios te abren los ojos, y Lwanga Kakule, no fue una excepción. Nos comentó como habían fallecido muchos de sus hermanos, la situación política del país y su vida en Colombia, donde estuvo tres años ayudando a los Afros (una etnia muy discriminada allí) a integrarse de nuevo. Sus historias no son caminos de rosas, y gracias a esta gente es cuando, en todos nosotros, nos surge la llama misionera. Como me dijo ayer una amiga de allí, María, "se respira misión", te dan verdaderas ganas de dejarlo todo y coger el primer vuelo e irte a dar tu vida por los demás. Tras este maravilloso testimonio nos hablaron nuestras amigas que habían estado en Mozambique este verano ¿cómo explicar lo que nos dijeron sin repetir lo anterior? Difícil. Quizás fue un poco más cercano, porque a algunas ya las conocíamos, pero en cuanto a experiencia fue igual de motivadora e inspiradora.
"La llama misionera". A la derecha, el Hno Lwanga compartiendo su testimonio; A la izquierda, Yayo, Lourdes y Ana compartiendo su experiencia en Mozambique
Antes de irnos a la cama tuvimos la vigilia, dónde siempre se respira algo especial. Tuvimos que escribir en papeles los dones que teníamos cada uno y que creíamos que podíamos ofrecer al resto. Sin lugar a dudas es difícil decir algo así delante de 22 personas que éramos, pero ¿quién te iba a juzgar? Todos compartimos aquello que se nos daba bien, y me hizo darme cuenta de algo, aunque alguno de los dones era parecido entre sí, lo que lo hacía a cada uno diferente era el hecho de que cada persona no podía serlo más. Todos teníamos algo que aportar, y cada persona de una manera irrepetible y única. Sin duda, un grupo fuerte y variado.
"Sin duda, un grupo fuerte y variado"
Al no haber sitio suficiente en la casa de las combo un grupo se fue a la  de los combo, y allí no puedo decir a qué hora se durmieron, pero nosotras seis estuvimos hasta tarde hablando en la azotea. Creo que es algo digno de mención todo lo que hablamos. Había cuatro chicas a las que no conocía de nada la mañana anterior, pero me acosté sabiéndome hasta cuándo habían comenzado a gatear. Ese vínculo que solo se entiende en los combos se hizo un poco más fuerte, sí, con tan sólo una noche.

El domingo ya era el último día, pero aún dio tiempo a un par de actividades más, en las que compartimos reflexiones, y leímos sobre Comboni durante su infancia. Tras ponerlo en común y hablar sobre diferentes “anuncios” que había que hacer, tuvimos la misa, siempre especial.
"la misa, siempre especial"
Sin embargo, esto no acaba aquí, Combojoven es un grupo activo que siempre hacemos mil cosas, en el que siempre estás acogido y en el que se forma uno de los mejores grupos en los que yo he estado; una familia. 

Laura Fernández

Dones y alegrías: "¡Normal sentirse parte de algo si eres capaz de compartir algo así!"

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