domingo, 1 de enero de 2012

El derecho a la educación de los beduinos




Una propuesta pacifista y ecológica, basada en el diálogo interreligioso e intercultural, ha permitido que tres mil neumáticos viejos se conviertan en una escuela, reconocida por el Ministerio de Educación de la Autoridad Palestina: ¡cuatro aulas espaciosas, un despacho para la administración, patio y servicios! Esta ha sido la respuesta de Viento de Tierra y de la comunidad Comboniana de Betania a la marginación y abusos que viven los beduinos Jahalin: construir para ellos una escuela de ruedas, para eludir a la prohibición de edificar, impuesta por el Gobierno Israelí, e involucrar en el proyecto a todos aquellos que quieran colaborar para ofrecer un futuro mejor a los pequeños de esta comunidad beduina, la más numerosa en Israel/Palestina.

 Los Jahalin tienen una historia sufrida, hecha de expulsiones, demoliciones y confiscación de tierras y propiedades. “Hubiéramos querido recibiros bajo nuestras tiendas en Ber Sheva, nuestra tierra de origen, pero desgraciadamente hace muchos años que nos expulsaron de aquellas colinas y los pastos de nuestros ganados ya no nos pertenecen” – relata Abu Suleiman – coordinador del Comité Beduino Jahalin de Jerusalén, mientras acoge con un té y una sonrisa a los numerosos huéspedes que se acercan a conocer la escuela. Obligados a dejar la región del Neguev en 1948, después de la creación del Estado de Israel, los Jahalin se han convertido en refugiados (bajo la protección de la U.N.R.W.A., agencia de la ONU que se ocupa de los refugiados palestinos), comenzando un largo éxodo en distintas zonas de Cisjordania. Al no aceptar integrarse en los grandes asentamientos urbanos, como la mayor parte de los palestinos, el acuerdo de Oslo los segregó en la llamada área C, y por consiguiente, bajo el control administrativo y militar de Israel, en zonas donde la expansión de las colonias avanza a ritmo vertiginoso.


 “¿No hay en Jerusalén una calle que llaman la Vía Dolorosa?” – pregunta Abu Soleiman, que hace años no puede poner pie en Jerusalén – “pues esta es nuestra Vía Dolorosa”, nos explica mientras nos lleva en su 4x4 por senderos impracticables a visitar algunas de las comunidades Jahalin más desafortunadas, confinadas en las faldas del basurero de Jerusalén, en condiciones de vida insalubres e inhumanas. Considerados desde siempre un grupo aparte de la sociedad Palestina, casi siempre marginado y privado de sus derechos, los Jahalin describen cómo su situación ha empeorado sensiblemente después de la ocupación israelí de Cisjordania en 1967. Desde entonces se les ha confinado en espacios delimitados, sin permiso para trashumar, desplazarse o construir.

 Acostumbrados a vivir en condiciones duras, en chabolas de lata o de cartones, gélidas en invierno y tórridas en verano, sin agua corriente, sin luz eléctrica ni servicios higiénico-sanitarios, los beduinos no ambicionan los chales adosados que ven multiplicarse en las colonias vecinas de Kefar Adumin y Maale Adumin. Sus aspiraciones no apuntan hacia los centros comerciales, los jardines y las piscinas que ellos mismos construyen con sus propias manos para los colonos. Su sueño es poder mandar a sus hijos a la escuela, y ofrecerles un futuro mejor.

 Hasta ahora, la única posibilidad de instrucción para los pequeños, es bajar cada mañana hasta la carretera provincial Jerusalén-Jericó, donde intentan parar algún medio de transporte que les acerque a la escuela del U.N.R.W.A en Jericó, a unos 30. kms. Tres niños Jahalin han perdido la vida atropellados y dos han sufridos secuelas permanentes, mientras esperaban en los arcenes de la carretera. De esta necesidad imperiosa de ofrecer a sus hijos educación y seguridad nace la urgente petición de la comunidad beduina de Khan al Ahmar, a pesar de la prohibición israelí que “congela” los campamentos en un estado perpetuo de subdesarrollo. 

Desafiando la deshumanización de la ocupación, con una iniciativa valiente y profética los Jahalin han convocado un grupo heterogéneo de amigos y voluntarios, entre los que se cuenta la comunidad Comboniana de Betania, “orquestados” por el arquitecto Valerio Marazzi y la ONG italiana Vento di Terra, para construir codo a codo la escuela que ni el Gobierno Israelí ni la Autoridad Palestina estaban dispuestos a proporcionar: ruedas usadas llenas de tierra prensada y colocadas en filas escalonadas como ladrillos, enlucido de barro y techo de zinc con material aislante tipo “sandwich”… una idea brillante con material reciclado y un coste mínimo . 




Sería una historia perfecta de solidaridad y desarrollo sostenible si la orden de demolición de la Administración Civil israelí non hubiera llegado aún antes de terminar las obras, amenazando con arrollar como un Tsunami devastador, no sólo la escuela, sino todo el campamento beduino, como consecuencia de la denuncia de los colonos de Kefar Adumin, insidiosos “vecinos de casa”, distantes menos de un Kilometro. “Sabíamos desde el principio que, según la ley israelí, está prohibido construir en área C – explica Darío Franchetti, de Vento di Terra – pero decidimos sostener el proyecto, de acuerdo con los beduinos, como gesto de resistencia pacifica y no- violenta, para afirmar el derecho a la instrucción de los niños de la comunidad Jahalin. Ninguno se espera el reconocimiento oficial del edificio por parte de las autoridades israelíes, pero esperamos llegar a una situación en la que la presencia de la escuela sea al menos tolerada”. 

El entusiasmo y las ganas de hacer estudiar a sus hijos han sido más fuertes que las amenazas y el miedo, por lo que desde finales de Septiembre, unos sesenta niños entre 6 y 10 años, estudian y juegan en su flamante escuela nueva, ¡una escuela de ruedas! El brillo de sus ojos el primer día de escuela fue inolvidable, como será inolvidable el horror, el día que verán llegar las apisonadoras para aplastar su escuela y sus sueños. Si, porque este, el único espacio en el mundo en el que los Jahalin tienen el permiso (que no el derecho) de vivir, es área C, donde sólo los israelíes pueden construir. 

 Y junto a la escuela, crecen también los sueños y los proyectos de los beduinos que, cada vez más conscientes de sus derechos y de sus posibilidades, empiezan ya a proyectar una red de guarderías para preparar a los más pequeños, una clínica móvil que visite semanalmente los campamentos, clases de alfabetización para adultos y hasta una cooperativa de artesanía local para ofrecer una fuente de ingresos a las mujeres beduinas… 

Sosteniéndoles en sus luchas y esperanzas se encuentra la comunidad Comboniana de Betania, que ve en estos beduinos “los más pobres y abandonados”, en este conflicto eterno que enciende el Oriente Próximo. Los sueños y proyectos de los Jahalin penden del hilo sutil de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia. Frente a la inminente sentencia que decidirá la vida y el futuro de estos pequeños, resuena la voz firme y contundente del Rabino Yehiel Grenimann, Director Ejecutivo de la organización israelí Rabinos por los Derechos Humanos (RHR): 

 “Como hebreo israelí, hijos de refugiados a causa del Holocausto, conozco en primera persona lo que significa para los refugiados la educación de sus hijos. Como hebreo religioso, creo que la educación es no sólo un derecho humano fundamental, sino también un valor espiritual. Me siento identificado con las legítimas aspiraciones de estos beduinos, y creo que todos deberíamos hacer un esfuerzo por sostenerlos y protegerlos de humillaciones y abusos. Admiro su valentía y su tesón, y rezo para que la resolución del Tribunal Supremo de Justicia encarne los más altos valores judíos de amor a la humanidad, superando la indiferencia hacia los no - hebreos que viven con nosotros.

 En el primer capítulo del libro de Isaías se lee la condena por la corrupción del antiguo pueblo de Israel. Una denuncia que permanece válida y actual, solicitando justicia para todos, especialmente para los más débiles. Isaías condena pesadamente la indiferencia hacia el sufrimiento de los pobres… y en nuestra sociedad de hoy, nadie es más pobre que estos beduinos. En un caso como este, se pone a prueba nuestra humanidad”: «Sión se salvará según su justicia» (Is. 1,27)"

Alicia Vacas, misionera comboniana

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