Hoy, 5 de junio, celebramos el Día del Medio Ambiente, desde Jóvenes en Misión nos hemos querido sumar a esta jornada de reflexión y reivindicación. Por ello os compartimos la oración y el trabajo que se está realizando desde varias instituciones de la Iglesia bajo la campaña Enlázate por la Justicia, que ya hemos traído anteriormente a este blog. Cuidemos de nuestra Casa Común, solo tenemos una.
Bienaventuranzas de la fidelidad a la
tierra
Dichosos, dichosas porque sabéis disfrutar
de la Naturaleza, y de todas sus ofrendas sin ejercer violencia ni generar
destrucción; los que no os aprovecháis de la noche para pisar la hierba o matar
los pájaros; los que no usáis la fuerza para ahogar el rumor del mar, ni para
romper el éxtasis de la belleza; los que trabajáis siguiendo el ritmo de la
vida. En verdad os digo que poseeréis la tierra.
Dichosos,
dichosas... los que lloráis y sufrís por
la miseria de tantos, por los campos asolados, por las especies olvidadas...Los
que reconocéis que formáis parte-aunque una parte muy pequeña-del universo y
lográis que toda su sinfonía se encienda y resuene en vuestro ser diminuto.
Vuestras lágrimas beberán la luz de las estrellas, y vuestro sufrimiento
expondrá al sol de Dios vuestro corazón.
Dichosos,
dichosas... los que tenéis hambre y sed de un orden más justo...y no os conformáis con no participar,
de cualquier modo, en la degradación del hombre y su morada, sino que buscáis
con esfuerzo la superación de todo egoísmo, de toda injusticia, de toda
violencia, hasta hacer de la tierra lugar de la vida, herencia fraterna. Os
digo que participáis del gozo del Creador.
Dichosos, dichosas cuando prestáis ayuda a
todo ser que alienta y procuráis su bien con sabiduría y amor, cuando
cultiváis con humildad la bondad de las cosas, cuando recuperáis la rama herida
y devolvéis al aire al pájaro caído: los que no lleváis vuestro trabajo como un
yugo, sino como encuentro de vuestra libertad con la libertad del universo.
Dios mismo os prestará ayuda.
Dichosos, dichosas, los que tenéis los ojos
limpios
y ponéis sin temor el corazón a la intemperie; los que os entregáis con las
fuentes, camináis con los ríos y miráis en la noche más allá de las estrellas;
los que juntáis las manos para recoger la lluvia, los que no teméis del viento
que ahogue vuestra voz. Porque en el reflejo de cada criatura encontraréis el
reflejo del buen Dios.
Dichosos, dichosas... los que, como niños, dais de comer a
las palomas en las plazas del mundo; los que desmanteláis los mísiles que
amenazan a los pueblos; los que no os apuntáis a las guerras aunque os llamen
cobardes; los que os ponéis delante de los tanques enarbolando una bandera
blanca; los que con vuestra lucha y vuestro amor desbaratáis las semillas de
toda violencia. Porque estáis animados por el Espíritu de Dios.
Dichosos, dichosas... los que sois
perseguidos
por ser fieles a la tierra; los que, por respetar su armonía, sufrís el látigo
de la incomprensión; los que no os resignáis a, vivir en una tierra extraña,
donde mueren sin sentido el águila y el hombre, la risa y el paisaje; los que,
en cada rincón de este planeta, descubrís la belleza y descalzáis vuestros
pies, pues cada rincón es sagrado; los que decís que es posible una tierra
hermana. Dios mismo será vuestra tierra.
Dichosos, dichosas seréis, si aprendéis a
vivir
sin matar, a crecer sin destruir, a caminar sin dejar desiertos detrás de
vuestros pasos. Estad alegres y contentos, aunque tengáis que sufrir por ello.
Vosotros hacéis posible la Tierra Nueva. No dudéis que Dios va a certificar
vuestra obra.
(Oración de CONFER. Justicia y Solidaridad)
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