sábado, 11 de junio de 2016

Yo tengo un sueño



Recuerdo como si fuera ayer. Era el verano de 1999, tenía 16 años, y yo estaba en campamento en la montaña con cincuenta chicos de mi parroquia. El tema del campamento de este año fue: ” I have a dream – Tengo un sueño-“. Recuerdo haber leído y re-leído la pregunta impresa en el folleto de guía de la experiencia: “¿Cuál es mi sueño?” En el espacio en blanco, más abajo, sentí que inmensas posibilidades se abrieron ante mí, pero yo no era capaz de decidir por ninguno de ellos. 

 Alrededor de una clásica y emocionante hoguera, al final del campamento, cada uno de nosotros compartimos con el grupo el sueño. En aquellos días, la respuesta había asomado a mi corazón adolescente: “Mi sueño es que toda persona tiene derecho a soñar”, y así cómo había surgido, lo compartía con mis compañeros. Reconozco que en aquella respuesta había una chispa de la vocación misionera, no merecido, pero gratuitamente recibido. El derecho a soñar, que se me daba ampliamente, generosamente, a otros, a muchos otros en el mundo, era abundantemente e injustamente negado. 

 Poco a poco, sin grandes revoluciones, pero con el deseo de ser fiel a ese sueño, realicé pequeños pasos: voluntariado con los niños migrantes, los estudios en Ciencias Sociales para la Cooperación, el Desarrollo y la Paz, participación en la Escuela de la globalidad en el Movimiento Juvenil Salesiano a la que yo pertenecía. Pero mi corazón parecía que pedía más. Tocaba a mi puerta otra vez con más insistencia y frecuencia el llamado del Señor Jesús: “Ven y sígueme”. Ya no podía más decir “¡no!”, O incluso engañar al tiempo y mi misma diciendo: “¡Espera, Señor”.


Al conocer a las Hermanas Combonianas, sentí la paz y la alegría de sentirme como en casa, una casa tan grande como el mundo, habitado por Cristo resucitado, invitándome a no tener miedo para ir a proclamar que Él está siempre con nosotros! Después de los primeros años de formación en Granada, España, y Milán, en Italia, hice mis primeros votos el 2 de julio 2011 con mi primera destinación misionera en Brasil.

 Actualmente vivo en Porto Velho, capital del estado de Rondonia, perteneciente a la región amazónica. Yo pertenezco a la red inter-congregacional “Un grito por la vida”, que trabaja en todo el territorio nacional en la prevención de la trata de personas en sus diversas facetas del trabajo esclavo, la explotación sexual, la adopción ilegal y el comercio de órganos. La trata es un mal social muy presente tanto en la realidad urbana y rural, que requiere una sensibilización y concienciación intensiva especialmente entre los estratos sociales más sencilla de la población, que son los más atrapados y fácilmente manipulables por redes criminales altamente organizados. 

También colaboro con los misioneros combonianos en el aérea misionera a lo largo del río Madeira, majestuosa por su naturaleza, pero profundamente herido en su balance de la reciente instalación de un mega hidroeléctrica y serias carencias en las políticas públicas, especialmente en términos de salud y educación. 

“Yo tengo un sueño” … Durante estos años, el sueño respiró más y más grande, … ¿quién tiene los mayores sueños de mi Dios es, que todos los días me pide de participar en su vida, en sus anhelos, a la escucha de la vida y anhelos de mis hermanos y hermanas, especialmente a los desamparados más pequeño y, donde le gusta esconderse, para que pueda salir a buscarlo. 

 Chiara Dusi, misionera comboniana

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