miércoles, 10 de noviembre de 2010

Misión Etiopía: De vuelta a casa II




Otro de los jóvenes que estuvo en Etiopía este verano nos cuenta su experiencia...


1º) Explícame, en unas cuantas palabras, qué te llevas de tu experiencia en Etiopía.

Siento que me ha ayudado a crecer en: Humildad, paciencia, conocimientos, comprensión, compañerismo, confianza en el prójimo, fe en Dios, amor a las personas, obediencia (y éste era un tema complicado), dominio de mí mismo, capacidad de expresión, capacidad pedagógica, idiomas, observación, pensamiento crítico, valoración del esfuerzo, amor a la naturaleza...

Siento que me ha ayudado a despojarme de: presunción, ciertos relativismos, necesidades superfluas, prejuicios...

Es difícil resumirlo, pero creo que estos cambios en mí son el resultado de haber visto la realidad africana y experimentado la vida en una comunidad misionera, aunque sólo fuera en una versión reducida.

2º) Si tuvieras que quedarte con un rostro, una situación, un paisaje, una palabra, ¿cuál elegirías?

Dos momentos: Uno de ellos, junto a Diana y una anciana del lugar, tomando un té a la puerta de una choza. Simplemente fue un momento cómico, pero pudimos llegar a vivirlo porque ocurrió al final de nuestra estancia y nosotros ya nos habíamos liberado de miedos y prejuicios. Si hubiéramos estado allí algo más de tiempo, habríamos formado parte de alguna manera de aquella comunidad.

El segundo momento tuvo lugar durante la fiesta que coincidió con nuestra estancia en Mandura, la famosa fiesta del pájaro. Recuerdo que fui a sentarme un rato junto a Maru, la comboniana mexicana que llevaba allí ya más de un lustro al cargo de la misión y del desarrollo de su (cada vez menos) pequeña clínica. Me pareció admirable, en todos los sentidos y en todas las direcciones, ver cómo las mujeres de la zona que iban llegando a la fiesta se acercaban a saludarle con aprecio y cariño. Igualmente, la propia Maru se acercaba a unas u otras y todo el mundo tenía un momento de atención para ella, su voz y su opinión eran respetadas porque la gente sabía cuántos años de trabajo y esfuerzo estaba dedicando al desarrollo de su comunidad. Aquel fue el momento de coordinar proyectos en marcha, teorizar sobre los pendientes y tener unas palabras de amor y respeto con cada persona. Me impresionó profundamente.

3º) ¿Cómo ha sido tu encuentro con Dios en África?¿en qué lo has sentido con más fuerza?

Quizá el modo más claro de explicarlo sea recordando otro momento: una noche salí a acompañar a un padre comboniano y los jóvenes catequistas de su grupo a la reunión semanal que tienen en una de las pequeñas aldeas que crecen junto a la carretera. Esta aldea había sido escenario de episodios violentos en los últimos meses entre los vecinos, incluído algún homicidio. Aquel había sido día de mercado y los ánimos estaban algo excitados por los negocios del día y las copas de la noche. El ambiente en el pueblo no era bueno, la gente se relacionaba en grupos cerrados y pude escuchar alguna riña. Los catequistas estaban algo apurados por mí, temían que algún vecino me dijera alguna impertinencia y yo me molestase. Pero yo me limité a seguirles, a poner cara de payaso blanco a los niños y de blanco conciliador a los adultos, invitando a todo el mundo a la reunión posterior en la precaria capilla de cañas y techo de zinc.

Cuando llegó la gente a la reunión, yo me senté entre ellos, al fondo de la capilla, lo cual sorprendió a más de uno. La capilla estaba llena y había problemas para acomodarse. Se trataba de una ceremonia especial para (¿los catecúmenos?) la gente que se estaba preparando para el bautismo. Especial quiere decir que era de larga duración, con muchas lecturas y cantos. Al cabo de un tiempo la gente seguía la ceremonia con interés, incluídos los niños, atentos a las palabras del sacerdote y de los catequistas, que se turnaban la linterna para poder leer. Entonces fue la primera vez desde que llegué a esa aldea que pude vivir la paz. Entendí que Dios estaba presente en esa capilla, en cada uno de nosotros y en todos a la vez. Entendí que Dios era necesario en esa aldea, en esa capilla y en mí.

4º) ¿Qué le dirías a otras jóvenes que están pensando en realizar este tipo de experiencia?

Que no lo duden en ningún momento.

5º) Ahora que has vuelto a España, ¿cómo te gustaría darle continuidad a esta experiencia? ¿ha cambiado tu concepto de la misión? ¿Cuál crees que debe ser nuestra misión como jóvenes en Europa?

La misión puede continuar perfectamente en la distancia. Es la ventaja de nuestro mundo. Hay muchas formas apoyar a la misión y aún debo descubrir cuál es la más adecuada a mis posibiliaddes y mis capacidades. Está la vía económica, la material, la educativa, la activista...

Mi concepto de misión no ha cambiado. No conocía ninguna por mis propios ojos, pero como antiguo lector de "Mundo Negro", en general, ha sido bastante parecido a lo que me imaginaba.
Quizá esperaba que fueran comunidades mayores. Es decir, me ha sorprendido la cantidad de actividades que pueden desarrollar grupos de sólo cuatro o cinco personas.

Creo que nuestra misión en Europa es extender entre nuestros allegados (en la familia, en los amigos, en el trabajo, en todas partes) el lema de Comboni: "Salvar África con África".
Este lema es, para mí, el resumen de muchas ideas: la injusticia en el reparto de las riquezas; la dignidad de los africanos, tantas veces pisoteada; la inutilidad de tantos lujos occidentales que significan más penuria para los ya pobres; la validez de los modelos vitales africanos, etc




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