jueves, 11 de noviembre de 2010

Las mujeres en la Iglesia



Lo hemos leído en: http://blogs.periodistadigital.com/religion.php/2010/11/09/el-antisigno-de-las-monjas-que-fregaron-


Es tópico y típico, porque repite y mantiene los estereotipos. El espectáculo de las monjas limpiando el altar de la bellísima Sagrada Familia fue, cuando menos, denigrante. Y me dolió. No por las monjas. Habría cientos dispuestas a aceptar el honor de limpiar el altar en esa ocasión tan solemne. Ni siquiera por el gesto: alguien tenía que limpiarlo. Y es un gesto tan digno, como leer una lectura o tocar el órgano (algo que también hicieron otras dos mujeres). Me dolió por la mala imagen que transmitía y, sobre todo, por lo que la imagen encierra y representa.

Y ya sé que es muy fácil criticar lo obvio, pero no por eso deja de ser necesario. Porque la imagen gritaba. Chillaba a los cuatro vientos del planeta y escenificaba la auténtica situación de la mujer en la Iglesia. 1.100 varones, presidiendo. 4 mujeres y monjas, fregando. En vivo y en directo. A la vista de más de 150 millones de telespectadores de todo el planeta. ¿De quién fue la sublime idea? ¿Nadie pensó en el brutal contraste? ¿No tiene la archidiócesis y el propio Vaticano decenas de expertos, ceremonieros y ayudantes litúrgicos?
Me temo que ninguno de ellos se dió cuenta. Porque, entre otras cosas, lo tienen asumido, lo tienen introyectado. Eso es lo que, desde siempre, hicieron y siguen haciendo muchas monjas. O eso creen ellos, porque la verdad es que, en estos momentos, son auténticos "apóstoles" en la educación, enseñanza, atención a los enfermos, en la oración y entre los más desfavorecidos. Pero muchos eclesiásticos siguen pensando en ellas como las "monjitas" de antaño.
Y eso es lo peor. Que nadie se diese cuenta. Porque gestos como ése, en una sociedad mediática y televisada, pueden triturar y dejar por los suelos incluso los frutos de un viaje papal. Y porque denotan y reflejan a la perfección la auténtica situación de la mujer en la Iglesia católica.

Una situación que, por mucho que quieran justificar, es de marginación absoluta. De negación de sus derechos. De desigualdad radical con el varón. Por simple cuestión de género. ¿Cuándo se reconciliará la Iglesia con la otra mitad del cielo? ¿Cuándo honrará de verdad a María, honrándolas a ellas y permitiéndoles el acceso al altar, no sólo para fregar, sino también para presidir?

Y por mucho que se esfuercen, nadie entiende las alambicadas razones teológicas en contra del sacerdocio de la mujer. Ni el "en persona Christi" ni los demás argumentos, que no tapan lo obvio ni lo explican. Su situación en la Iglesia es de escándalo.

Pronto tendremos que pedir perdón por la situación de la mujer en la Iglesia. A mi juicio, uno de los mayores pecados de la institución en la actualidad. Y el peor de los antitestimonios. Se nos pedirá cuenta de ello. Y, como siempre, nos arrepentiremos. Pero tarde.

José Manuel Vida

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