lunes, 14 de octubre de 2019

¡Se tú el cambio que quieres ver en el mundo!... desde la entrega

El pasado fin de semana, 5-6 octubre, tuvimo el primer encuentro de Combojoven de este curso 

“¡Se tú el cambio que quieres ver en el mundo!... desde la entrega” empezamos así el día 5 de octubre, día en el que fue canonizado Comboni en 2003, un nuevo curso en COMBOJOVEN!

Parte del grupo en un momento del encuentro
El sábado comenzamos el taller, preguntándonos ¿Hemos pasado hambre alguna vez? ¿Era solo apetito? ¿Hay menos dinero para ayudar a vivir que para ayudar a matar? ¿Caemos en la indiferencia porque vivimos en una sociedad cómoda e individualista?
“Dar de comer al hambriento” es una obra de misericordia que nos invita a ser generosos y a que evitemos los lujos desproporcionados de nuestra sociedad. Nos enseña también a no tener un corazón vacío, que nos alimentemos del pan de la vida, el pan de Dios, el que de verdad sacia. En la puesta en común alguien compartió esta frase que me marcó:

“Ojalá el hambre fuese contagiosa, se estaría solucionado ahora”

Por la tarde, llegó una de mis partes favoritas de los encuentros, los testimonios. ¿Qué mejor que aprender de la experiencia? En esta ocasión el testimonio era de la gente del grupo, compartiendo las experiencias de misión de este verano, Kenia y la peregrinación a Verona, qué suerte tener tan cerca esos ejemplos y que compartiesen con tanta sinceridad y solidaridad.
Yo era una mera espectadora, que mientras ellos contaban sus vivencias, sentimientos y veíamos las fotos, viajaba. Viajaba a Nairobi y las horas de vuelo, a las horas en coche, a la comunidad, a los Turkana, a las canciones que cantaban con los niños sordos o el rezo del rosario con los niños con discapacidad funcional, a la carretera y sus baches, al lago paradisiaco, a la felicidad de cumplir un sueño y a las dificultades de vivir una situación tan diferente a la nuestra, a tanto sufrimiento y experiencias por digerir.

Compartiendo la experiencia de Kenya
En la segunda parte de los testimonios les tocó hacernos viajar a Verona, horas de autobús hasta allí y... empezó el viaje, kilómetros y kilómetros caminando juntos hasta la casa donde nació Comboni en Limone, un grupo diverso pero integrado convertido en familia, tres idiomas... Español, italiano y polaco, convertidos en conversaciones en inglés, canciones, risas, momentos, acompañamiento. La peregrinación fue otra experiencia de aprendizaje, un viaje en el momento adecuado, las palabras adecuadas, Per qui sono?, profundizaron en su discernimiento y la búsqueda de encontrarse y seguir buscándose.

Compartiendo la experiencia de Verona-Limone
Por la noche, Isabel, LMC, nos presentó al padre Ezequiel Ramin, con un vídeo sobre su vida y su misión. Fue un misionero muy querido, que murió mártir protegiendo, luchando por su tierra y sus gentes, siempre evitando los conflictos y preocupándose por los demás, guiado por Dios. 

Ezequiel decía: “Si no somos parte de la solución, somos parte del problema”

El domingo compartimos la Eucaristía con la comunidad de los combonianos en Madrid y gente de la zona. Y después en la catequesis, reflexionamos sobre la conocida historia de la mujer samaritana, a la que Jesús le pide agua. Le pide su agua, Jesús se acerca al pobre, al perdido, le escucha, le dice “yo te necesito, tienes algo valioso” y quiere ayudarla a reencontrar la confianza. Jesús nos da la fuente, nos ama tal y como somos y nos enseña a aceptar lo bueno y lo malo, para él somos un todo, un puzzle. “No quiere una persona perfecta, sino una persona que ama”.


Como oración final y síntesis del encuentro, le pedimos a Dios y damos gracias por darnos de beber, por confiar en nosotros y nos ponemos en sus manos, él tiene preparado un sueño y un camino para cada uno, lo malo viene solo pero él nos acompaña y nosotros como grupo también tenemos que acompañarnos. Danos fuerza, paciencia y confianza. Ayúdanos a descubrir quiénes necesitan de nosotros y a saber escuchar. Tengo sed de ti, Señor.

Me arriesgaría a decir que ha sido uno de los encuentros mas intensos emocionalmente que he vivido, no porque yo haya intervenido o compartido mucho, más bien poco, en este encuentro he sido esponja, he escuchado, he viajado, bueno, me han hecho viajar. ¡Gracias!
Que importante es parar, del ruido de la rutina y la sociedad en la que vivimos, los encuentros son el agua viva, el alimento nuevo que nos da el Señor y tenemos que aprovecharlo y llevarlo a nuestra vida diaria. Gracias por leerme y ¡nos vemos en el siguiente!

Irene López

 

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