Hace
unos meses, nos propusieron asistir a este encuentro al grupo Combojoven y yo
me apunté casi sin pensarlo ¿Por qué? ¿No son acaso unas fechas para pasarlas
en familia? En mi caso más aún porque celebro mi cumpleaños, pero precisamente
por esto tomé esa decisión, me considero una persona bastante familiar, pero mi
concepto de familia no se limita a aquella en la que naces, para mí es un grupo
de personas con las que puedes compartir tu vida, construyendo mano a mano andamios
que nos ayudan a seguir creciendo, como cristiana además, siempre han resonado
en mi cabeza las palabras que hace ya bastante tiempo nos dirigió Jesús, con las que nos vino a decir que su familia
eran aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.
Con
todo esto, el día de los santos inocentes dejaba a mi familia en Francia y
aterrizaba, con bastante retraso, en Madrid, lo cual me impidió participar ese
día en el encuentro. Las siguientes jornadas tuvieron una estructura similar,
por las mañanas desayunábamos juntos todos los que nos hospedábamos en la misma
casa, en mi caso era la casa de los combonianos en la que también estaban
acogidos un grupo de polacos, otro de ucranianos y otro grupo de Portugueses,
este último era parte del JIM de Oporto,
algo así como el Combojoven de Portugal.
Después
nos reuníamos por parroquias para hacer la oración de la mañana y tras rezar
nos dividíamos en grupos más pequeños para o bien conocer algunas de las comunidades
locales o bien leer y reflexionar en común sobre algunos textos. Un aspecto que
me gustó mucho de las mañanas es que no nos dividieron por nacionalidades, sino
por cercanía con nuestros lugares de hospedaje, con lo que en cada parroquia
había representación de multitud de nacionalidades, lo que propició mucho más
el dialogo y la integración y nos permitió conocer diversos contextos.
El
primer día nos tocó ir a conocer el hospital de San Juan de Dios y aunque toda
su labor me pareció admirable y necesaria, tal vez suene raro, pero lo que más
me sorprendió fue durante el café de fin de la visita cuando empezamos a hablar
y compartir impresiones y experiencias con el resto de personas, cómo el
ambiente era de apertura absoluta, donde las barreras de idiomas u otras
posibles diferencias se convertían en puentes al dialogo y al compartir, en
interés por conocer a los demás, donde como si del inicio de un chiste se
tratase nos vimos dialogando una ucraniana, una mexicana, dos italianas y una española y
en esas conversaciones, casi como conclusión de la broma, descubrimos que las
italianas eran parte del grupo constituido por varios jóvenes GIM de Italia
(que vendrían a ser como el Combojoven italiano) lo cual me emocionó bastante
porque la mayoría eran de Verona y hace casi dos años participé en una de las
experiencias más enriquecedoras de mi vida en el camino de Verona a Limone, siguiendo
las huellas de Comboni. A continuación nos separamos para el almuerzo, pero
volveríamos a juntarnos y me acabaría reencontrando con Federico, una de las
personas con las que compartí la peregrinación a la casa natal de San Daniel
Comboni.
Grupo comboniano de Italia, Portugal y España |
Por las
tardes, tanto el sábado cómo el domingo a partir de las tres, se ofertaban
multitud de talleres, pero sólo daba tiempo a asistir a uno por día, de modo
que decidimos ir el primero a uno de cuentacuentos y reconciliación y el
segundo a otro de cantos y testimonios de cristianos en países árabes. Ninguno
de los dos talleres coincidió con la idea que me había hecho de ellos pero no
por ello me arrepentí de haberlos escogido, el primero me hizo valorar más aún
la importancia de los cuentos en la transmisión de la cultura así como en el
plano del conocimiento y crecimiento personal e interpersonal, además nos
permitió descubrir la universalidad de los cuentos y personajes, cómo aunque
cambien de piel de un continente a otro (de lobo a guepardo, de zorro a
antílope, etc.) la metáfora de cada personaje así como la enseñanza de cada
cuento sigue siendo la misma, o al menos similar, de modo que da igual donde
hayas nacido, cual sea tu edad, tu planteamiento religioso o tu contexto socio
cultural, los cuentos, sobre todo los tradicionales, nos ayudan a crecer, a
aprender y a reconciliarnos, tanto con el otro como con nosotros mismos.
El
segundo taller nos permitió conocer experiencias y algunas melodías de
cristianos del Líbano y de Egipto, lo cual me pareció muy interesante, porque son
iglesias que apenas conocía y unas comunidades que no suelo tener en cuenta cuando
hablo o pienso en esta familia.
Siguiendo
con el programa, todas las tardes, a partir de las 6 repartían en IFEMA la
comida para todos los que estaban inscritos y aunque no era nuestro caso, nosotros
llevábamos la comida de casa, porque los españoles no necesitaban inscribirse
para participar en el encuentro, entrabamos igualmente para cenar con el grupo
con el que hubiésemos compartido esa tarde.
Sobre
las siete y media comenzaba la oración en el pabellón contiguo. Las oraciones
también tenían la misma estructura todos los días, lectura del evangelio,
reflexión, peticiones, y meditación del padre Alois, todo ello intercalado con
cantos en distintos idiomas. Al finalizar esta oración común comenzaba otra en
torno a la cruz, acompañada de nuevo por distintos cantos meditativos.
Fuera
de esta rutina, el 31 por la noche, a las once compartimos por parroquias una bonita
oración final, la última del año, tras la cual iniciamos la “fiesta de los
pueblos” que comenzó compartiendo las ya tradicionales doce uvas. En esta
fiesta casi todas las naciones presentes en nuestra parroquia compartieron algo
típico de su región ya fuesen unas canciones populares o villancicos, danzas
tradicionales o algún juego.
A la
mañana siguiente hubo una misa de nuevo en la parroquia pero en mi caso asistí
a la de los Combonianos, a la que también asistieron los jóvenes del GIM, tras
la cual estuvimos compartiendo cantos España e Italia, intentando estirar el
tiempo lo máximo posible hasta que llegó la hora de partir.
Aunque
más de una vez he participado en oraciones de este tipo, con un ambiente
parecido y mismos cantos, esta ha sido mi primera vez en un encuentro oficial
de Taizé, me cuesta expresar con palabras lo que ha supuesto esta experiencia
para mí, pero lo que tengo claro es que me encantaría poder repetirla. Una de
las cosas que más me ha marcado de este encuentro es comprobar cómo una misma
fe, sin importar diversidad de ritos, idiomas o culturas, nos puede unir tanto
que todas esas diferencias se desvanecen casi por completo; también me llevo la
unión con esa familia Comboniana con la que he podido corroborar nuevamente
que, aunque procedamos de distintos países, sigue existiendo una conexión
especial, como si nos hubiésemos conocido de toda la vida a pesar de que aún
nos cueste recordar los nombres de cada uno, he podido comenzar a crear nuevos
lazos de amistad y como decía al principio, de familia, que refuerzan las ganas
de seguir en el camino de la construcción o descubrimiento del reino de Dios.
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