Este es el lema de la campaña
Enlázate por la Justicia, lanzada por diversas organizaciones de Iglesia en el
2016 y con planificación hasta este 2018. Surge a partir de la encíclica Laudato Si y la conciencia de que el
trabajo desarrollado por estas organizaciones en el ámbito social está
íntimamente ligado al cuidado de la Casa Común. A lo largo de estos dos años se
han ido desarrollando diversas actividades encaminadas a reflexionar y compartir
juntos el compromiso por un modelo alternativo de desarrollo, guiados por el
decálogo verde, que podéis consultar en su web junto con todos los materiales que han ido desarrollando: www.enlazateporlajusticia.org.
En este contexto se desarrolló el pasado viernes 26 la Jornada de Migraciones
Climáticas en Madrid.
Presentación de las Jornadas. |
Las jornadas empezaron con la
ponencia de Víctor Viñuales, director de la Fundación ECODES. Después hubo una
mesa redonda en la que participaron Serigne, migrante senegalés, y Arantxa
García, periodista de InspirAction. Para terminar, se realizó un gesto
comunitario donde expresar los compromisos de cada una.
Fueron intervenciones
muy diferentes, complementarias entre ellas: realidad, denuncia y acción.Serigne en un momento de su intervención. A su izquierda, Arantxa. |
La realidad golpeó fuerte en el
auditorio mediante la voz de Serigne. Senegalés de 42 años, de los cuales lleva
13 en España. Era buen estudiante, pero tuvo que dejar el bachillerato para
ayudar a su familia. Su padre era agricultor y él fue a vivir a Kayar, rica
ciudad pesquera, donde aprendió las artes de la pesca y tuvo éxito, llegó a
tener su propia barca. No tenían que recorrer largas distancias y en una sola
mañana pescaban lo suficiente para comer y vender en el mercado. Pero poco a
poco se fue haciendo más difícil, tocaba pasar un día entero, recorrer largas
distancias. Al poco, tuvieron que pasar noches enteras en alta mar, el gasto de gasolina
ya no compensaba las ganancias de la pesca. Cada vez más riesgo para menos
producto. Se reunieron los pescadores locales, impotentes ante los grandes
barcos pesqueros que expoliaban y arrasaban las zonas de pesca. Decidieron
limitar sus salidas para permitir la recuperación de los bancos, pero los
grandes barcos cada vez salían más de sus límites, pirateando por la noche en
las zonas prohibidas. Denunciaron al Gobierno, pero no escuchaban a las
pequeñas barcas de madera sino a los grandes barcos de metal. Decidieron
defenderse organizando ataques a los barcos que irrumpían por la noche, pero
era una lucha desde el principio perdida. Al final no quedó nada. Serigne volvió
al campo, donde sus padres siempre habían utilizado las cabezas de pescado y
las heces del ganado como abono, pero que habían cambiado por
fertilizantes químicos que tanto éxito les daba a los vecinos. Y el éxito agotó
a la tierra. Al final no quedó nada. Ni mar, ni tierra, ni peces, ni frutos.
Solo quedaba arriesgar la vida para mantener la vida. Así llegó embarcado en un
cayuco a España, puso su vida de nuevo en el mar ¿migrante climático?
¿expoliado sistémico? Da igual cómo lo llamemos, la realidad es Serigne, nombre
propio, realidad invisibilizada pero necia. Hace unos meses llegó otro amigo de
su pueblo, y desagraciadamente no será el último.
La denuncia la trajo Arantxa,
presentando su trabajo periodístico llevado a cabo en el corredor seco
centroamericano. Un análisis que será presentado en los próximos meses en su
web, www.inspiraction.org. Un estudio
que da voz a la memoria climática de las comunidades campesinas, que ya no trabajan
para dos cosechas anuales sino para una sola. Un estudio que pone de relieve la
interrelación entre los problemas ambientales y sociales, los problemas de la
titularidad de la tierra, la inequidad de sus consecuencias, siendo las mujeres
las más perjudicadas. A veces tan interrelacionado que resulta muy difícil
aislar la variable climática en los motivos de migración. El trabajo de campo como el de Arantxa resulta imprescindible para levantar conciencias en el Norte global, y denuncia también es ser altavoz de estos esfuerzos.
Víctor Viñuales en un momento de su intervención. |
La acción vino de la mano de Víctor
Viñuales, mostrando el reto al que nos enfrentamos, las tres rupturas que nos
amenazan, la primera es la producida entre la economía y la biosfera, la
segunda entre nosotras y las otras, y la tercera con nosotras mismas, nuestro
propio yo. Tres rupturas que es una misma a diferentes escalas. Para sanar estas
rupturas debemos repensarnos nosotras mismas y como sociedad. No son luchas
independientes y aisladas, como comentó Víctor, “si una niña que tiene que
elegir entre ir a por agua o ir a la escuela elegirá lo primero”. Por tanto, la
lucha feminista por la igualdad, la lucha social por la fraternidad y la lucha
ecológica por la libertad, son una misma lucha. Y para ello debemos fortalecer lo que Víctor denominó la miopía de la compasión, solo nos removemos si
sucede cerca, tanto en el espacio como en el tiempo. La realidad del cambio
climático queda lejos, la realidad de la tejedora de Bangladesh queda lejos. El reto está
en acercar esas realidades, mostrar al cambio climático en los pantanos secos y
las malas cosechas, a la tejedora de Bangladesh en la tienda más cercana,
ponerle nombre propio.
Para concluir el acto se organizó
un pequeño gesto comunitario, la construcción del tejado de una casa abierta, con
hojas donde cada pareja o grupito apuntaba sus compromisos. Un gesto que nos recuerda que la oración y la acción deben ir de la mano, su sincronía es un elemento esencial en
este reto. La oración es la formulación de nuestra espiritualidad interior,
poner todo ese sentimiento en orden y formularlo con la palabra, es dar forma a
lo intangible, moldear lo abstracto. Y luego la palabra se hace acción, se hace
carne. Ese es el anuncio de Jesús, la palabra que se hace carne.
Gesto comunitario. |
Íñigo Vitón García
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