Hay palabras
que tienen mucho significado, palabras potentes que son capaces ellas solas de
transmitir conceptos complejos. Una de las que más me fascina desde que por
primera vez la escuché es “enajenado”. La RAE define enajenar como “Sacar a alguien fuera de sí, entorpecerle o turbarle el uso de la razón o de los
sentidos”, el enajenado es pues aquel que no usa la razón o los sentidos, aquél
que no es él, que ha perdido su esencia. Con esta sola palabra se puede
explicar la deriva egoísta, ecocida y desigual que está tomando la sociedad a
nivel global. Estamos enajenados de nuestra esencia humana, desalmados por el
consumismo, la apariencia y la apatía. Pero no me gusta ser pesimista, por eso
quiero encontrar el antónimo a enajenado. Girar la moneda.
Las monedas tienen dos lados: la cara y la cruz.
La cara se maquilla, se limpia y se arregla porque es lo que mostramos al
mundo. La cruz es la pasión, las dificultades, los tropiezos, los trapos
sucios: es nuestra esencia, pero no es buena apariencia. La escondemos y la
negamos tres veces.
Al fin he podido asomarme a la cruz de
Barranquilla, tras casi un mes por esta tierra colombiana. Y ha sido una vista
privilegiada, de la mano del P. Cyrillus Swinne, cuya persona y obra es la que
os quiero transmitir. El padre Cirilo es un sacerdote camilo holandés que lleva
cuarenta años trabajando en Barranquilla, toda su labor la ha desarrollado en
el barrio La Paz, en el suroeste de la ciudad, el más pobre cuando llegó, de
los marginados aún.
A las tres de la tarde quedamos frente a la casa
parroquial, y allí estábamos, sufriendo el calor barranquillero en todo su
esplendor. Nada más cruzar la puerta llega un soplo de aire fresco, un patio
lleno de árboles, orquídeas, hortalizas y hierbas da la bienvenida. No es un
aire acondicionado, es un aire libre, pacificador. Dulce, como las ciruelas
castilla que me da a probar del propio huerto. Empezamos a pasear entre las
plantas y el P. Cirilo va explicando qué es cada una, cómo se cuidan y qué
recompensa dan al arduo trabajo del jardinero, solo lamenta no tener tiempo
para cuidarlas personalmente. Entre plantas se asienta el centro médico, un
proyecto que empezó con algunos medicamentos empacados en una caja de madera
llegada de Europa (los propios tablones de la caja se convirtieron en
estantería), y ahora es un edificio de ladrillo de dos pisos con una ambulancia
aparcada al lado. Salimos de nuevo a la calle y el asfalto no perdona, el calor
vuelve a sofocar.
Enfrente queda la biblioteca popular, pero es más que una
biblioteca, es un espacio de encuentro para y por el barrio, un remanso de paz
donde niños, jóvenes y adultos pueden disfrutar de los libros, de una sala de
informática, de la emisora de radio local, de varios salones donde se imparten
diversas capacitaciones y actividades, incluso de un jardín frondoso y de vivos
colores que embellecen el tejadillo de la primera planta. Es el centro del
barrio, generador de sinergias, buena convivencia y recreación. Todo ello
empezó en un salón parroquial, con cuatro estanterías y libros recogidos por
los niños del barrio que se recorrieron toda la ciudad buscando aquellos que ya
nadie quería.
Contiguo queda la residencia de ancianos, un
edificio de aspecto antiguo con portones de madera. Al igual que los
anteriores, empezó con unos pocos ancianos en la misma guardería del barrio. En
su interior alberga otra sorpresa, un jardín explosivo con un estanque habitado
por mojarras, lejos queda el bullicio y el calor de la calle. Una residencia
para los ancianos más pobres, los más desamparados, donde pagan con su sonrisa
cálida y su mirada dulce. Todo es tranquilidad y paz. Salimos por el otro
extremo de la residencia, donde hay dos estatuas, la primera es una mujer
desnuda con un niño a la espalda, “para que no se nos olvide el drama de los
desplazados, las mujeres que llegan sin nada más que su hijo a la espalda”
explica el padre Cirilo, la otra es una estatua de San Antonio que mira a la
calle, “antes miraba para el patio, pero le puse mirando a una casa que quiero
comprar al otro lado de la calle. Yo voy trabajando, a ver si él hace el
milagro” dice con una sonrisa picarona. Nada sobra en estos proyectos, todo y
todos tienen un papel, están ahí por alguna razón.
En esa misma manzana está el centro de día para
atender a niños discapacitados, con taller ortopédico incluido, el único de la
ciudad. Esta vez no entramos, queda para la próxima. Ahora nos dirigimos de
vuelta a la casa para ir en coche al próximo gran proyecto, queda en el barrio
contiguo, el 7 de Agosto. Lleva en construcción unos cuantos años y se espera
que finalice en dos más. Se trata de un parque, el parque del Bicentenario, un
proyecto con el que el Padre Cirilo lleva soñando mucho tiempo, empezó a
hacerlo realidad con la compra de los primeros terrenos hace casi una década. Ahora
es un proyecto a cargo del ayuntamiento y están en la primera fase de
construcción, finalmente será un parque de nueve hectáreas, un pequeño paraíso
para una ciudad que tiene menos de un metro cuadrado de zona verde por
habitante. Pero el parque es más que un lugar de recreo, es una oportunidad
para los barrios que lo rodean, los más pobres y abandonados de la ciudad.
Por las calles de tierra del barrio 7 de Agosto
todos saludan al coche según pasamos, al detenernos frente al futuro parque, un
descampado con dos porterías, se acerca un hombre a “padre, he oído que nos van
a reubicar, que no nos quiten las casas por favor”, detrás suyo esperan su
turno un grupo de niños “padre, que quiten la maquinaria, nos deja sin espacio
para jugar”. Más adelante un coche obstaculiza la calle, de dentro de una casa
se oye un “¡ya va!” al salir “¡padre, qué oportuno! Estamos hablando con el
alcalde regional, ¿puede pasar?”. Tras la breve reunión, ya con la calle
liberada, un hombre pasa con su carrito vendiendo limones (pequeños, como
tomates cherry) “Hoy están más baratos que la otra vez, padre”, llena una bolsa
entera y aún sobra una veintena en el carro, el hombre empieza a distribuir a
los niños llenándoles las manos “llévenselos a sus mamás, en nombre del padre
Cirilo”, la alegría se contagia, la solidaridad se transmite, a los niños se
les iluminan los ojos y se van agradecidos con una sonrisa, hoy tendrán
refrescante limonada en la cena. Para todos el P. Cirilo tiene palabras de
solidaridad, miradas de calma y sonrisas de paz. Imposible no imaginarse a
Jesús por los pueblos de Galilea parándose en cada esquina, dejando que los
niños se acerquen a él, multiplicando panes y peces, sanando y liberando.
Construyendo una sociedad sana, como aclama su lema.
El último proyecto que alcanzo a ver desde fuera
es el Centro Lúdico, un lugar para alejar a los jóvenes de las drogas y las
pandillas delincuentes. Una semilla de paz en medio de un barrio con calles sin
asfaltar, aunque no por mucho tiempo, cuando el padre Cirilo llevó a las
autoridades públicas a ver el Centro se avergonzaron y ya han prometido
asfaltarlo pronto. El primer éxito del Centro Lúdico incluso antes de
inaugurarse. Estos son los milagros no casuales que consigue con su
perspicacia.
Muchos son los proyectos que han cambiado al
barrio, y no todos están aquí nombrados. Y los que aún faltan por hacer, como
el parque infantil en el pequeño descampado frente a la biblioteca. El P.
Cirilo tiene clara la clave del éxito, empezar con poco, sin presupuesto, e ir
creciendo poco a poco con la colaboración de los seis actores: El primero es la
comunidad, el propio barrio debe ser partícipe de los proyectos, actualmente él
no dirige ninguno directamente, cada proyecto tiene una persona encargada; El
segundo es la entidad pública, debe haber un compromiso por parte de los
organismos públicos para mantener y respaldar los proyectos que repercuten en
la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos; Para que estos proyectos
tengan un buen plan de desarrollo hace falta la Academia, principalmente las
universidades y centros técnicos; El cuarto actor es la empresa privada, debe
tener un sentido social y de servicio a la comunidad de la cual obtiene los
beneficios; Si el proyecto no tiene difusión, su repercusión va a ser mucho
menor, por eso es fundamental el apoyo del quinto actor, los medios de
comunicación; Y por último, el pegamento que enlaza todo, está el sexto actor
involucrado, Dios, a quien al final quedan encomendadas todas las obras. Como
decía S. Daniel Comboni, las obras de Dios nacen y crecen al pie de la cruz.
Así son, como las ciruelas castilla, mucho hueso y poca carne ¡Pero qué carne
más sabrosa y jugosa!
La Paz puede ser un barrio olvidado, pero no
huérfano, desde hace cuarenta años tiene un padre.
Sigo buscando el antónimo para “enajenado”. Tal
vez sea comprometido, tal vez sea empático. Podría ser perseverante o podría
ser comprensivo. Quizá sea atento, quizá auténtico. Corazón o cruz. ¿Existe
alguna palabra que signifique todo esto? Para mí, “PAZ”.
Lo siento,
esta vez no hay fotos, para la próxima. Me olvidé que llevaba el móvil en el
bolsillo.
Íñigo Vitón García, Jóvenes en Misión
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