‘‘Si me sucediera que un día –y podría ser el día de hoy– me convierta en la víctima del terrorismo, el cual parece listo para abarcar todos los extranjeros que viven en Argelia, me gustaría que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recordaran que mi vida fue dada a Dios y a este país. Les pido que acepten que el Único Maestro de toda la vida no fue ajeno a esta partida brutal.
Les pido que sean capaces de asociar esta muerte con las muchas otras muertes que fueron así de violentas, sin embargo olvidadas por indiferencia y el anonimato. He vivido lo suficiente para saber que comparto el mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, incluso en eso me golpea a ciegas.
Quisiera, cuando llegue el momento, tener un espacio libre que me permita pedir el perdón de Dios y de todos los demás seres humanos, y al mismo tiempo perdonar de todo corazón al que me hubiera herido. Yo no veo, de hecho, cómo podría alegrarme si esta gente que quiero fuera acusada indiscriminadamente por mi asesinato.
Sería un precio demasiado alto a pagar para lo que, tal vez, sea llamado ‘la gracia del martirio’, el debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree que es el Islam. Conozco el desprecio con que los argelinos en su conjunto pueden ser considerados. Sé también la caricatura del Islam que anima a un cierto tipo de islamismo. Es muy fácil darse a sí mismo una buena conciencia, identificando esta manera religiosa con las ideologías fundamentalistas de los extremistas.
Esto es lo que debería ser capaz de hacer, si Dios quiere: sumergir mi mirada en la del Padre, para contemplar con él a sus hijos del Islam tal como él los ve, todos reflejados en la gloria de Cristo, el fruto de su pasión, lleno del don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre establecer la comunión y remodelar la semejanza, deleitándose en las diferencias."
Carta que el Abbott trapense, Christian de Chergé, escribió a su familia justo antes de que fuera asesinado por terroristas islámicos.
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