“Para muchos el título puede ser extraño, incluso inapropiado. Esperamos poder probar lo mucho que podemos aprender sobre la Cuaresma contemplando un gimnasio.
San Ignacio comienza los Ejercicios espirituales refiriéndose precisamente a que, de la misma manera que el cuerpo necesita de ejercicio, el alma también. En segundo lugar, cuando practicamos algún deporte tenemos tres consecuencias. La primera es que el deporte….duele. Los músculos se resienten ante determinada actividad física, pero aprenden con ella a ser más fuertes. La segunda, es la enorme satisfacción que sentimos cuando el objetivo que nos marcamos es alcanzado y, en tercer lugar, ¡no avanzamos mucho sin un entrenador o, como se dice hoy “un personal trainer”!
Siento que hice esfuerzos heroicos en muchas cuaresmas pero que, pasado el tiempo, los resultados desaparecían. ¿Por qué? La Iglesia nos concede dos tiempos litúrgicos de particular esfuerzo, el Adviento y la Cuaresma, pero el final es siempre el mismo. Hace poco me fijé en que no me falta el empeño, ni ánimo, pero ¿ y los resultados? Duran poco. Fue contemplando a un entrenador de gimnasia cuando me di cuenta de que nunca le había preguntado a Jesús dónde y cómo debía trabajar…Era mi sueño el que tomaba los mandos, un “yo” que insistía en marcar el camino a la santidad…¡Triste!
Ahora, en oración, le pregunto con sinceridad al Señor dónde debo trabajar, por qué debo trabajar ese aspecto y qué se espera de mí. Y conversando día a día voy viendo los resultados y la permanencia de una relación que permanece.
Afonso Seixas, sj
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