sábado, 17 de octubre de 2015

Entrada oficial al postulantado


El viernes 9 de octubre fue celebración de entrada oficial al postulantado de las Misioneras Combonianas. 

En esta celebración estaban presentes miembros de la familia comboniana y ha constado de distintas partes:

Primero hemos leído el evangelio que entre todas escogimos para este día ( Mt 14, 22-33), en el que Jesús, caminando sobre las aguas, llama a Pedro y le dice que vaya a su encuentro caminando también sobre el mar. Después hemos introducido el símbolo: Un timón al que le hemos desenganchado las manos y las hemos puesto al pie del sagrario. Queremos dejar las manos del timón de nuestras vidas y cogernos a las manos de Jesús, que él nos lleve allá donde quiera. Bajarnos de nuestra barca para seguirle, como hicieron los discípulos.

En la segunda parte de la celebración , las representantes de la congregación de las misioneras combonianas: Ida la provincial, Palmira la formadora  y Silvia, la que nos ha acompañado en el  discernimiento vocacional a algunas de nosotras, nos ofrecieron una flor muy distinta a cada una. Somos singulares, pero a pesar de ser tan diferentes, damos gloria  a Dios estando juntas.


También se leyó un escrito de Comboni: “Fomentarán esta disposición esencialísima teniendo siempre los ojos fijos en Jesucristo, amándolo tiernamente y procurando entender cada vez mejor qué significa un Dios muerto en la Cruz por la salvación de la humanidad. Si con viva fe contemplan y gustan un misterio de  tanto amor, serán felices de ofrecerse a perderlo todo y a morir por Él y con Él.” Con los ojos fijos en Jesús, y aprender como hizo Pedro, que cuando se miraba a sí mismo se asustaba, le entraban las dudas y se hundía en las aguas. 

Fue bonita la parte final en la que cantamos la misma estrofa de Taizé (El señor es mi fortaleza, el Señor es mi canto. Él me da la salvación, en Él confío y nada temo) en todos nuestros idiomas: catalán, polaco, portugués, español y amárico.

Después de la celebración disfrutamos de una buena comida en casa que habían preparado con mucho cariño las hermanas. Me encanta porque la casa donde vivimos no es muy grande, pero cuando hay invitados parece que “las paredes desaparecen” como dice Palmira, y cabemos todos la mar de bien, es como un pequeño milagro.


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