domingo, 21 de septiembre de 2014

Una nueva vida en Ecuador




Ha pasado más de un mes desde que llegamos y el ritmo ha sido tan ligero que… parece que fue ayer cuando Joana y yo aterrizábamos en el aeropuerto de Quito, y veíamos al fondo de las puertas a un grupo de jóvenes llenas de alegría que nos saludaban con las manos alzando un cartel que decía: Bem-vindas!! Así es, hemos dejado Granada y desde el 14 de Agosto estamos en Quito, Ecuador, para continuar con nuestra formación en la etapa del noviciado.

Las novedades están siendo muchas, tanto que a veces desearía que los días tuvieran más horas o el tiempo corriera más despacio para poder percibirlos todos en plenitud, pero… la vida vuela y no vuelve atrás, así que ando con la agradable “tarea” de vivir lo más conscientemente posible el aquí y el ahora.

Preámbulo hecho, os cuento un poquito quiénes somos las protagonistas de este tiempo nuevo y cómo lo vamos viviendo.

Hasta el momento, nuestra comunidad ha estado formada por tres hermanas: S. Domenica (italiana), S. Josefina (ecuatoriana) y S. Adriana (ecuatoriana también), nuestra formadora. Junto a ellas, Daniela (brasileña), Raquel (mexicana) y Giussi (italiana), novicias de 2º año cuando llegamos, y desde el día 14, hermanas recién profesas.  También Loreta (italiana), novicia de 2º año y todas nosotras, las nuevas novicias: Isa (mexicana), Mayra (costarricense), Marianita (ecuatoriana), Joana (portuguesa) y yo (española).  Un precioso conglomerado de mujeres, de distintas procedencias, edades, formación, familias… convocadas y unidas en y por el Amor a Cristo y a la Misión.



Y con este “equipo de 1ª” ha comenzado nuestra andadura, aunque a partir del día 19, nos quedaremos sin las recién profesas, que salen para disfrutar de un tiempo con sus familias antes de volar a sus nuevas destinaciones. La verdad es que ha sido un regalo grandísimo poder compartir este tiempo inicial con ellas.
Presentadas “las protagonistas”, vayamos a los hechos. Como son muchos… nos vamos a quedar tan solo con “algunitos”, que dirían por aquí: Los Ejercicios, la llegada de las familias, la entrada al noviciado y las profesiones.

- Las hermanas experimentadas hablan del tiempo del noviciado como un tiempo de desierto, de ese desierto vivido por el pueblo de Israel que le hizo experimentar que su vida entera estaba en manos de Dios, que le hizo conocer que era el pueblo elegido y amado por el Señor… Y para que nos fuese “entrando la copla”, nuestra primera semana fue para empezar a asumir este Tiempo Nuevo. 7 días de Ejercicios Espirituales guiados por Josefina, para hacer silencio dentro y fuera, para estar con Él, para volver a los deseos profundos y sacarlos a la luz y ponerlos en sus manos de alfarero, para descalzar los pies, desnudar la vida y ponerla en Su camino.

- “Afinadas las cuerdas” después de la semana de Ejercicios, comenzaron los conciertos. Y así en sentido metafórico y literal comenzamos a recibir a las familias de nuestras futuras profesas. La casa se duplicó, de 12 a 25, y aquello que tantas veces habíamos sentido como promesa “A aquella que deje padre o madre… por mí y por el Evangelio se le dará el ciento por uno”, se tornó realidad. Una familia grande y preciosa con miembros de Brasil, México e Italia. De verdad, un verdadero regalo de Dios, en este pequeño Pentecostés que hemos vivido en casa estas semanas.



- Y con las familias aquí, llegaron los “días grandes”. El 9 de septiembre, en la festividad de San Pedro Claver, las cinco “nuevas” entramos oficialmente en el noviciado. Fue una ceremonia sencilla, en la mañana, nos acompañaron las familias, las hermanas de la comunidad y algunas hermanas que llegaron desde la casa provincial. Elegimos como Palabra guía para este tiempo una cita del profeta Isaías: "Así será Mi palabra que sale de Mi boca, no volverá a Mí vacía, sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié. (Is 55, 11) y una “composición simbólica” que recogía lo más significativo para cada una: la Palabra, el agua, la vasija en manos del alfarero, las raíces, la hiedra, el fuego, el desierto…

Para mi, el momento más significativo fue el de la petición y el de la entrega de la Cruz (sobre la que queremos cimentar nuestra vocación como misioneras Combonianas). Os escribo lo que pedimos para que desde ya nos ayudéis a vivirlo con el apoyo de vuestra oración.

“Movidas por la misericordia y gracia de Dios, hemos venido aquí para hacer experiencia de vivir con ustedes en la Congregación de las Misioneras Combonianas. Pedimos que nos enseñen a seguir a Cristo crucificado y a vivir castas, pobres y obedientes; a ser constantes en la oración, ejercitar la penitencia, a servir al pueblo de Dios y a toda la humanidad y a formar con ustedes un solo corazón y una sola alma.


Ayúdennos a manifestar en nosotras los proyectos del Evangelio, en cada momento de nuestra vida, para que aprendamos la regla que ustedes siguen, guardemos la ley de la caridad fraterna y nos anime a consagrarnos totalmente a Cristo para la evangelización de los más necesitados.”



Por último, el domingo 14, fiesta de la Exaltación de la Cruz, Daniela, Giussi y Raquel han realizado su primera profesión en la capilla de la casa Provincial. La ceremonia estuvo presidida por Monseñor Eugenio Arellano, obispo de Esmeraldas, que animó a nuestras nuevas hermanas a ser mujeres apasionadas por Cristo y por la misión, a saber ser misioneras en lo pequeño, en lo oculto en lo escondido, a ser como la hiedra, capaces de enraizarse con firmeza, a pesar de las posibles dificultades, para testimoniar con sus vidas la Alegría y la Vida Nueva y Buena que trae Cristo, a ser madres que fecunden Vida en abundancia al pie de la Cruz…



Un día de Gozo para nuestra Congregación, por estas tres hermanas que están llamadas a vivir Santas y Capaces, haciendo causa común con los más pobres y abandonados. Por las seis que el día 13 profesaron en Uganda con la misma misión, dejada en heredad por Comboni y nuestras primeras hermanas.


Estoy convencida de que el domingo también hubo fiesta en el cielo: la obra no muere, continúa creciendo con el soplo del Espíritu, las manos de María, la mirada de Comboni y en el corazón de Cristo.


Ahora os dejo, me voy a rezar. En cuanto pueda o escribo más. No os olvidéis de rezar con nosotras.

Un abrazo inmenso,

Bea.

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