domingo, 4 de diciembre de 2011

Ya no sé vivir lejos de la misión



He siempre oído decir que Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros, y supe que tenía también un plan para mí. Pero lo que no conseguía nunca hacer, era pararme para escuchar su voz, cuando trataba de hablarme. 

A un cierto punto, comprendí que no conseguiría sentirme realizada con lo que estaba haciendo en el campo del trabajo ni del estudio. Al contrario, sentía crecer en mí el ardor misionero, aunque si no conseguía dejar mi pequeño mundo. Hasta el día en que, poniendo toda mi confianza en Dios, decidí pronunciar mi SÍ.

 Gracias a las Hermanas Combonianas, tuve la oportunidad de hacer una experiencia misionera, de dos meses, en la diócesis de Humaitá (Amazonia), en San Antonio del Matupi, en el municipio de Manicoré. San Antonio del Matupi es un pueblo que tiene una gran diversidad cultural, porque los inmigrados representan la mayoría. Pude conocer un poco la realidad local; el trabajo que la familia comboniana desarrolla; la lucha de los pequeños agricultores para obtener los documentos de propiedad de la tierra ocupada, y los medios necesarios para poderse mantener. 

Personalmente, me inserté en las actividades pastorales de la comunidad. He visto la precariedad de la vida de los habitantes de aquella región fluvial a causa de la falta de estructuras sanitarias, higiénicas y escolásticas, en contraste con la riqueza natural del ambiente y con la cultural de las personas. Me he acercado, particularmente, a los pueblos indígenas hasta ahora desconocidos; he apreciado sus características culturales y la realidad de su vida, pero también he constatado las consecuencias del contrato con los “blancos”. 

Una experiencia muy gratificante; una realidad con la que me he identificado. Ha sido una experiencia riquísima. He apreciado la convivencia en comunidad, el don del compartir y la sencillez de vida. Además he podido reforzar mis valores y descubrir mis defectos. 

 Estoy agradecida a las Misioneras Combonianas por la oportunidad que me han dado. No tengo palabras para expresar mi sincero agradecimiento. Ahora, conociendo un poco mejor la realidad de las personas que necesitan ser apoyadas y seguidas, y también la capacidad que tengo de entregarme, no sabría ya vivir lejos del campo de la evangelización. Y le pido a Dios que este ardor misionero no disminuya. 

 Patricia es oriunda de Governador Valadares (MG) y reside en S. Matteo (ES). Es licenciada en Administración (UNIVC) y especializada en logística (UFES).

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