viernes, 21 de mayo de 2010

Like a rolling stone




-¿Es que yo no soy nada?-

Giro la cabeza y veo a un hombre borracho, con demasiada ropa para el calor que hace. Ahora los llamamos “homeless”, que es una palabra mucho más chic para decir “vagabundo”.

-¿Es que yo no soy nada?- repite.

La estación de tren está llena de gente. Es pequeña. Todos miran de soslayo al hombre, como yo misma.

-¿Es que yo no soy nada?-

Mentalmente, respondo: “No, no eres nada”. Me sale automático, me parece evidente. No es nadie. Nadie le responde. Silencio. Y el hombre se va. Respiramos aliviados. No fuera a darle por asesinar a alguien o robarnos la maleta. La gente reanuda la conversación. Mira el reloj. El tren está a punto de llegar. Yo voy a un encuentro de jóvenes misioneros: me siento bien, qué valiente, qué coherente soy. El amor de Dios me llena. Qué afortunada soy.

¿Es que yo no soy nada? Y la canción de Bob Dylan, “How does it feel? Like a completely unknown, like a rolling stone”. Ningún lugar al que volver, nadie que te responda, nadie que te acaricie y te diga “Eres tú”. Maletas al tren. Gafas de sol. Una pila de exámenes de inglés que corregir. Y después de un rato, la pregunta sigue en mi cabeza “¿Es que yo no soy nada?” Me hundo en el asiento.

“Lo siento” musito.

Y el orgullo y todo el papel van derramándose lentamente por la ventanilla.

Dios se pasea por la parada de taxis. Por suerte, Él no tiene maleta. No tiene billete de tren. Prefiere quedarse a responder la pregunta.


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