jueves, 13 de diciembre de 2018

Haciendo camino en el trabajo de la periferia

Es difícil de imaginar que se pueda ser misionera en los Estados Unidos de América y justo aquí es donde he sido enviada como evangelizadora del Reino. El trabajo que realizo es el de acompañar y promover el liderazgo en la iglesia local, diócesis de Richmond, entre la comunidad latinoamericana, asiática, afro-americana y africana. Comunidades muy ricas en culturas y expresiones religiosas que traen un nuevo modo de celebrar y de participar en la vida parroquial.

Inma Cuesta, a la derecha
El Papa Francisco nos invita a ser una Iglesia en salida y promover la cultura del encuentro. El desafío que la iglesia estadounidense enfrenta ante esta llamada hace parte de su misma historia. Me explico, la iglesia católica se caracterizaba por construir “iglesias nacionalistas” donde cada grupo de inmigrante traía con él su sacerdote y así, fueron construidos sus templos. No es extraño encontrarse en la misma calle dos o tres iglesias católicas donde se celebraba la misa en diferentes idiomas y se rezaba a diferentes devociones. Hoy, sin embargo, con la llegada del migrante latino y el africano, se vive un fenómeno muy distinto. Ellos no han traído a sus sacerdotes ni han construido templos propios, al contrario, los latinos, por ejemplo, empezaron a celebrar sus misas en los sótanos de las casas o en un salón aparte de la parroquia, pero no en el templo. En la medida que su población ha ido creciendo las puertas de las parroquias se abrieron para ellos, se invitaron a sacerdotes latinos y africanos a venir para acompañar a estos pueblos. Gracias a esta presencia los templos se han revitalizado y rejuvenecido.


Los desafíos que más observo en toda esta nueva vitalidad son la falta de aceptación y apreciación mutua entre las diferentes culturas y las diferentes manifestaciones de la religiosidad popular del pueblo inmigrante. La acogida es una de las asignaturas pendientes, hablando en general, de la iglesia local hacia la iglesia inmigrante. Se percibe, al igual que fuera en la sociedad, rechazos, malentendidos, falta de apertura y de acogida hacia el diverso. Como bien nos menciona nuestro Papa, el diverso no es una amenaza sino una riqueza. Y eso, nos da miedo, porque no estamos abiertos a explorar y aprender del otro. De hecho, al acompañar a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes he aprendido que como pueblos son muy acogedores, alegres y muy solidarios entre ellos, con un gran sentido de Dios y un gran amor hacia la vida en comunidad. Las parroquias se han convertido para ellos en su nueva familia, formando una nueva comunidad, y abriéndose a la diversidad cultural existente entre el mismo pueblo latino, asiático y africano. Queda, aún el reto de abrirse hacia el resto de la comunidad parroquial y viceversa. 

Como misioneras combonianas, presentes en este país estamos proponiendo a la iglesia local un nuevo ministerio “One World Encounter in the Love of God”, (un mundo de encuentro en el amor de Dios), con el fin de crear espacios de encuentros, y responder así a la llamada hecha por nuestro capitulo general (2016) de ser mujeres puentes y cultivar la mística del encuentro. Estamos convencidas de que debemos de ser promotoras de esta cultura del encuentro para construir un mundo más solidario y evangelizar desde el ejemplo de vida, con nuestro ser internacional y vivir en comunidad.  Inspiradas y llamadas a ser testigos del amor de Dios, allí donde nos encontremos, vivamos con quienes trabajemos.
 

Es esto lo que caracteriza nuestro ser misioneras combonianas hoy, en un mundo herido y roto por nuestra gran diversidad. En vez de vernos como complementarios nos vemos como amenaza y nos destruimos los unos a los otros, nos encerramos en nuestro propio mundo lleno de seguridades y comodidades. En vez de osar nuestra identidad misionera de arriesgar, de ir al encuentro de nuestros hermanos/as más vulnerables y marginados y juntos con ellos/as ser la expresión de amor y ternera de nuestro Dios que nos acoge a todos/as desde nuestra realidad.

Jesús, es el que nos invita a salir de nosotros/as mismos/as e ir al encuentro del que sufre y vive el rechazo diario por haber nacido en un pueblo donde sus gobiernos no toman la responsabilidad de buscar el bien común para todos sino solo para unos pocos, poniendo sus vidas y las de sus familias en peligro, forzando al resto de la población a emigrar y buscar un porvenir mejor y más duradero para sus familias. ¿Quiénes somos nosotros para decir dónde y cómo deben de vivir? ¿Quién me ha dado un pedazo de tierra, simplemente, porque allí nací? ¿O quiénes ponen murallas entre las naciones cuando todos somos hijos de un mismo Padre?  Pertenecemos a un único planeta, llamado Tierra, y estamos llamados a respetarnos y otorgarnos dignidad mutua. ¿Quién ha dicho, que por la ambición de unos pocos se tenga que poner en peligro nuestro bienestar y nos sintamos obligados a huir? En fin, estas son algunas de las preguntas que yo misma me hago. Creo que hoy, más que nunca, estamos invitados a imitar a Jesús e ir al encuentro de los demás con compasión, humildad y ternura. 


Como religiosas combonianas apoyamos también a las religiosas latinas que vienen a este país para que puedan tener apoyo y crear espacios de encuentro entre ellas y colaborar con el nuevo sistema que presenta esta iglesia local.

Es importante la presencia de la mujer religiosa que acompaña al pueblo inmigrante y escucha el sufrimiento, el anhelo y los sueños de las personas que deben de abandonar sus países para buscar una mejora de vida para sus hijos/as.

Por eso, como combonianas estamos colaborando en la asociación de Hnas. Latinas Misioneras en América (AHLMA)


Como misionera y evangelizadora, siento que nuestro papel principal es el de construir puentes entre las diferentes culturas donde exista el respeto, la apreciación mutua y el sentirnos hijos de Dios que ama a cada una de sus criaturas y las ha creado diversas como característica en común. La diversidad es lo que nos une a todos, Dios ha creado a cada ser único e irrepetible.

Para mí, es importante como misionera valoras las diferentes culturas y crear un futuro posible donde todos/as tengamos nuestro propio espacio y nuestro propio modo de adorar y venerar a Dios, con nuestras diferentes expresiones de religiosidad popular donde abrimos el espacio a nuestra creatividad y modo diverso de relacionarnos con lo divino.

Hna. Inma Cuesta, mc

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