En Octubre hará un año que estoy en Brasil. Es mi primera misión y sé que he estado mucho tiempo en silencio, pero lo hice porque en cada cambio es necesario tener un espacio para ambientarse “antes de entrar”. Es como cuando estamos esperando antes de abrir la puerta de una casa nueva: un tiempo para llegar, descansar de un largo viaje, mirar, sentir, oler, tocar…. Un tiempo para conocer lo nuevo y dejar atrás lo bonito del pasado. Un tiempo para mí, para los demás, para Dios, para encontrarlo y encontrarme.
Ahora sigo con vosotros para describir un poco mi llegada a San Antonio de Matupi, más comúnmente llamado Km180. Antes estuve unos días en Puerto Velho para ambientarme
al clima y al ambiente.
San Antonio de Maputi, es una ciudad de 15.000 habitantes y la mayor parte son emigrantes del Sur de Brasil que llegan buscando tierras para trabajar y un poco de suerte. Son pueblecitos de “fazendas” que forman comunidades
alrededor de una pequeña Iglesia, punto de encuentro de las familias católicas.
En comunidad somos tres hermanas con una gran riqueza cultural: una es de Mozambique, otra de Brasil y yo de Italia.
Está situada en el centro de la ciudad y tiene el compromiso de ser presencia para las dieciséis comunidades de la
parroquia en donde hay nativos, indígenas y emigrantes del sur del Brasil. Además, sustituimos al sacerdote que está enfermo, ya que la dificultad de esta Diócesis es la falta de sacerdotes locales.
Nuestro trabajo consiste en acompañar a las comunidades y formar laicos para los varios ministerios. El gran desafío es estimular el diálogo entre los indígenas y los de otras culturas, roto a causa de una historia de venganzas recíprocas. Empezar a crear conciencia sobre el problema de la tierra, la ecología y el medio ambiente, palabras difíciles entre
personas que empobrecen la flora y fauna por las grandes producciones de ganado. También he tenido la posibilidad de conocer todas las comunidades e interesarme por animarles y hablarles de Infancia y Adolescencia Misionera. Asimismo, ayudo en la pastoral litúrgica del centro, en la pastoral del “dizimo”
y en la radio comunitaria.
A pesar de la gran mezcla de sectas, iglesias tradicionales y culturas… se respira un gran deseo de Dios. Quizás la
mayor parte de las personas no conocen lo más elemental del catecismo o la Biblia, pero saben convertir en acciones
concretas los valores de Cristo.
Las dificultades no me faltan por el idioma y otras diferencias culturales, pero estoy convencida de que como Misioneras
Combonianas debemos priorizar nuestra presencia en el encuentro con Dios, con el otro, con nosotras mismas y con la realidad que nos rodea. Creo que en la vida misionera ya no existen evangelizadores y destinatarios, sino compañeras de viaje que juntas buscan nuevas iniciativas, no solo en el ámbito social sino en la experiencia personal. Hoy en día, existe la misma sed por seguir sus pasos y su estilo desde
la Encarnación hasta la Muerte y la Resurrección.
No olvidaros de que vosotros me sostenéis, porque estoy aquí en vuestro nombre y mis energías se multiplican para superar las
pequeñas dificultades cotidianas.
Giuseppina Lupo, Misionera Comboniana
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