viernes, 3 de febrero de 2017

La luz que agrieta el muro




Cuando nos asola la tristeza muchas veces levantamos un muro, ya sea por no querer preocupar a los que nos rodean o por no querer mostrarnos débiles. En cualquier caso, la tristeza se comporta muchas veces como una enfermedad, sobre todo por quienes lo ven como muros insalvables que no permiten avanzar. Pero decía Cohen que en todo muro hay una grieta por la que puede entrar la luz. Esa luz es la que buscamos este fin de semana, 21-22 de enero, en Granada. 

Visitar al enfermo y consolar al triste fueron los dos temas sobre los que trabajamos y reflexionamos. Jesús sanó a muchos enfermos, y al hacerlo siempre les perdonó los pecados ¿por qué? El propio Jesús dice que lo más difícil de curar es el corazón, por eso su sanación es completa, más allá de las molestias físicas. Y el cariño y cuidado con el que lo hace, saca la ternura más profunda. 




El sábado por la tarde tuvimos la ocasión de acompañar al grupo de sacerdotes y seminaristas que visitan a los enfermos diariamente en el hospital Virgen de las Nieves, en parejas o grupos de tres fuimos por las habitaciones que habían solicitado la visita, se conversaba y se entregaba la Comunión. Fue motivador encontrar cómo todas aquellas personas no veían la enfermedad como un muro insalvable sino como un obstáculo a superar, manteniendo esa luz encendida. Una de las pacientes dijo que le gustaba recibir la Comunión todos los días porque la mantenía tranquila, le completó su compañera de habitación afirmando que tenía que tomarse muchas pastillas, pero la oblea era la más importante.




Así, en un territorio tan mustio como un hospital, la fortaleza y la alegría se hacen presentes a través de los propios enfermos. Como siempre, fue un encuentro breve pero intenso, de los que permiten mantener la grieta abierta. 

¡Nos vemos en febrero!

Íñigo 

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