viernes, 24 de enero de 2014

¡Tenemos Papa! ¡Tenemos agua!



¡Tenemos Papa, tenemos Papa! ¿Cómo es eso?     No, no ¡Tenemos agua! ¡Tenemos agua!

Será que el ser humano oye lo que quiere oír, ve lo que quiere ver, todo es posible, pero en este caso fue la emoción, el deseo satisfecho, el  encuentro del tesoro que permite la vida, y también porque desconocerlo,  el subconsciente que traiciona y acaso la sordera.

Para ubicarles en este entorno de malos entendidos debo contarles que desde 1998 las hermanas Combonianas crearon una escuela femenina en Nacala Porto, Mozambique, con la finalidad de formar jóvenes mozambiqueñas. Desde su nacimiento la escuela tuvo un gran problema, la falta de agua. Hoy ese problema está superado.

En esta institución escolástica el año pasado se educaron 360  estudiantes, 200 de estas jóvenes viven en el internado de la misma escuela durante todo el período escolar, a ellas se suman las monjas y todas las personas que trabajan en este lugar, ¿imaginan el desastre si no tuviesen el líquido vital?

 El agua se utiliza aquí con toda la austeridad posible, las jóvenes solo pueden tener acceso a un balde de agua por día para su higiene personal y esto gracias a que las hermanas durante el año  recogen el agua de la lluvia, en grandes cisternas, construidas para ese efecto; pero como las lluvias en este rincón del mundo son pocas y el agua potable que viene del Distrito no llega, el servicio de agua siempre es precario e insuficiente. Debido a estas contrariedades, llega un periodo durante el año en que las hermanas deben comprar el agua para el uso de las estudiantes  y de ellas, lo que trae una serie de problemas económicos para las Misioneras.

La hermana  Linda Mantoban que conoce bien la situación de la misión, trató de solucionar el problema con una empresa sudafricana que está a trabajar en la construcción de pozos en la región. Los trabajadores de esta empresa buscarían el agua y, las hermanas solo pagarían una “gran cantidad de dólares” (precio del trabajo), si  ellos encuentran este bien inestimable en la escuela.

 Las hermanas, sin dinero y conociendo que anteriormente ya se hizo esta búsqueda, sin un resultado satisfactorio,  pero si, con grandes gastos; aceptaron con fe y confiando en la Providencia como su Padre fundador Daniel Comboni. Los trabajos iniciaron el día sábado, 18 de Enero. 

El domingo 19 los trabajos de búsqueda continuaron, los hombres tenían que cavar más en el suelo, porque no aparecía el gran tesoro. Las hermanas ocupadas en sus tareas, no sabían de nada, cuando uno de los jóvenes trabajadores notificó a la hermana Ruth Valencia, directora de la escuela  que el agua estaba a punto de salir. Gritos de alegría y entusiasmo se confundían ¡Tenemos agua! ¡Tenemos agua!

Algunas  hermanas que estaban no muy lejos del lugar, no oían claramente, una de las hermanas “mayores” oía ¡Tenemos Papa! ¡Tenemos Papa! Sorprendida, preguntaba ¿Papa, cómo? Corriendo fueron al lugar donde brotaba el esperado tesoro, agua viva, en cantidades, agua fresca, esperada, anhelada desde ha mucho tiempo por tantas hermanas y estudiantes  que pasaron y pasan por el lugar. Tenemos agua, tenemos agua; los trabajadores reían al ver las hermanas bañándose metidas en el agua, con ropa, qué importaba, saben ustedes lo que es tomar un baño fresco  y abundante cuando la temperatura es de 40 grados y todas nos fundimos de calor, reíamos llorábamos, parecíamos niñas jugando con el agua, una de las religiosas cumplía años en ese mismo día, ¡es un regalo que Dios te da y nos da!  Locas de  alegría plena y agradecimiento redoblado al Dios de todos los bienes. Gracias Señor nos das  un regalo  más para vivir mejor nosotras y nuestras chiquillas. Alguna de las hermanas decía, cómo bailarían las chicas si estuvieran aquí con nosotras, pero cuando ellas vengan (después de las vacaciones), gozarán de este sumo e indispensable bien. 

Después del baile y de la alegría viene la realidad ¿y ahora como pagar esa cantidad increíble de dólares? Bien, la realidad no acabó con nuestra alegría, confiamos en la Providencia, que a través de nuestros amigos, amigas, familiares, benefactores se harán presentes y nos ayudarán a solventar a deuda. 

Dios ayudará, Comboni intercederá y San José proveerá.

 ¡Gracias Señor por el agua!




Elizabeth Carrillo, misionera comboniana

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